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sábado, 4 de enero de 2014

La importancia de la espiritualidad para la salud [BoffSemanal-20131122]

La importancia de la espiritualidad para la salud

2013-11-22


Por regla general todos los trabajadores de la salud han sido modelados por el paradigma científico de la modernidad que ha hecho una separación drástica entre cuerpo y mente y entre ser humano y naturaleza. Así se han creado muchas especialidades que tantos beneficios han traído para el diagnóstico de las enfermedades y también para las formas de curación.
Reconocido estos méritos, no podemos sin embargo olvidar que se ha perdido la visión de totalidad: el ser humano dentro de una visión más amplia de la sociedad, de la naturaleza y de las energías cósmicas, la enfermedad como una fractura de esta totalidad, y la curación como la reintegración en ella.
Hay en nosotros una dimensión que responde por el cultivo de esta totalidad, que vela por el eje Estructurador de nuestra vida: es la dimensión del espíritu. Espiritualidad viene de espíritu; es el cultivo de lo que es propio del espíritu, su capacidad de proyectar visiones unificadoras, de relacionar todo con todo, de conectar y reconectar todas las cosas entre sí y con la Fuente de Originaria de todo ser.
Si el espíritu es relación y vida, su opuesto no es materia y cuerpo sino la muerte como ausencia de relación. En este sentido, espiritualidad es toda actitud y actividad que favorece la expansión de la vida, la relación consciente, la comunión abierta, la subjetividad profunda y la trascendencia como modo de ser, siempre dispuesto a nuevas experiencias y a nuevos conocimientos.

Los neurobiólogos y estudiosos del cerebro han identificado la base biológica de la espiritualidad; se encuentra en el lóbulo frontal del cerebro. Descubrieron empíricamente que siempre que se captan los contextos más globales o se produce una experiencia significativa de totalidad o también cuando que se abordan de forma existencial (no como objeto de estudio) realidades últimas cargadas de sentido, y se producen actitudes de adoración, devoción y respeto, hay una aceleración de las vibraciones periódicas de las neuronas localizadas allí. A este fenómeno lo llamaron el «punto Dios» en el cerebro o la aparición de la «mente mística» (Zohar, SQ: Inteligencia Espiritual, 2004). Es como un órgano interior por el cual se capta la presencia de lo Inefable dentro de la realidad.
Este hecho constituye un avance evolutivo del ser humano que, como ser humano-espíritu, percibe la Realidad Fontal sustentando todas las cosas. Se da cuenta de que sorprendentemente puede entablar un diálogo y buscar una comunión íntima con ella. Tal posibilidad lo dignifica, pues lo espiritualiza y lo conduce a un mayor grado de percepción del Enlace que conecta y reconecta todas las cosas. Se siente dentro de ese Todo.
Este «punto Dios» se revela por valores intangibles como más compasión, más solidaridad, más sentido de respeto y dignidad. Despertar este «punto Dios», quitar las cenizas con las que una cultura excesivamente racionalista y materialista lo cubrió, es permitir que la espiritualidad aflore en la vida de las personas.
A fin de cuentas espiritualidad no es pensar a Dios, sino sentir a Dios a través de ese órgano interior y experimentar su presencia y actuación desde el corazón. Lo percibimos como entusiasmo (en griego significa tener un dios dentro) que nos lleva y nos sana y nos da voluntad de vivir y de crear continuamente sentidos de existir.
¿Qué importancia prestamos a esta dimensión espiritual en el cuidado de la salud y de la enfermedad? La espiritualidad tiene una fuerza curativa propia. No es de ninguna manera algo mágico y esotérico. Se trata de potenciar las energías características de la dimensión espiritual, tan válida como la inteligencia, la libido, el poder, el afecto entre otras dimensiones de lo humano. Estas energías son altamente positivas como amar la vida, abrirse a los demás, establecer lazos de fraternidad y solidaridad, ser capaz de perdón, de misericordia y de indignación ante las injusticias de este mundo, como lo hace ejemplarmente el Papa Francisco.

Además de reconocer todo su valor a las terapias conocidas hay todavía un supplément d'âme como dirían los franceses, un complemento de lo que ya existe, que lo refuerza y enriquece con factores oriundos de otra fuente de curación. El modelo establecido de medicina no tiene, por supuesto, el monopolio del diagnóstico y la curación. Es aquí donde se abre camino la espiritualidad.
La espiritualidad en primer lugar fortalece en la persona la confianza en las energías regenerativas de la vida, en la competencia del médico/a, en el cuidado diligente del enfermero/a. Sabemos por la psicología profunda y la transpersonal el valor terapéutico de la confianza en el curso normal de la vida. Confianza significa básicamente decir: la vida tiene sentido, vale la pena, tiene una energía interna que la autoalimenta, es preciosa. Esta confianza pertenece a una visión espiritual del mundo.
Pertenece a la espiritualidad la convicción de que la realidad que captamos es más de lo que los análisis nos dicen. Podemos tener acceso a la misma por los sentidos interiores, por la intuición y por los caminos secretos de la razón cordial. Se puede ver que hay un orden subyacente al orden sensible, como sostenía siempre el gran físico cuántico, y premio Nobel, David Bohm, alumno predilecto de Einstein.
Este orden subyacente responde de los órdenes visibles y siempre puede traernos sorpresas. A menudo los mismos médicos se sorprenden de la rapidez con que alguien se recupera o cómo situaciones consideradas normalmente como irreversibles, retroceden y acaban curando. En el fondo es creer que lo invisible e imponderable es parte de lo visible y previsible.
Pertenece también al mundo espiritual, la esperanza inquebrantable de que la vida no termina con la muerte, sino que se transfigura a través de ella. Nuestros sueños de regresar a la vida normal desencadenan energías positivas que contribuyen a la regeneración de la vida enferma.
Una fuerza mayor, sin embargo, es la fe de sentirse en la palma de la mano de Dios. Entregarse confiadamente a su voluntad, desear sinceramente la curación, pero también aceptar serenamente si nos llama a si: esto es la presencia de la energía espiritual. Nosotros no morimos, Dios viene a buscarnos y a llevarnos a donde pertenecemos desde siempre, a su casa a convivir con Él. Tales convicciones espirituales actúan como fuentes de agua viva, generadoras de curación y de potencia de vida. Es el fruto de la espiritualidad.      


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domingo, 13 de octubre de 2013

UNA ASAMBLEA POR LA VIDA EN LA TIERRA (Lboff, 20131010)

UNA ASAMBLEA POR LA VIDA EN LA TIERRA

Escrito por  (20131010)

Carta Pública al Papa Francisco


El Papa Francisco atento a los signos de los tiempos, sabe reaccionar ante ellos sea con gestos innovadores, sea con palabras que le brotan del corazón. Una urgencia sentida por muchos cristianos y no cristianos es que tenemos que preocuparnos por el futuro de la vida, pues las bases que la sustentan están siendo destruidas. Se pide al Papa que convoque, junto con otros líderes religiosos, una Asamblea, una especie de Concilio Ecuménico para que las Iglesias y religiones se comprometan, a partir de su reserva de espiritualidad y de valores morales, en la defensa de la promoción de la vida, de la Madre Tierra, de los ecosistemas y especialmente de aquellos más amenazados que son los pobres y los marginados. Pedimos que se sumen más y más personas para que nuestra petición gane peso y fuerza y pueda impresionar al Papa Francisco para que, iluminado por el Espíritu, tome esta decisión. No tenemos mucho tiempo. Lboff

Carísimo Papa Francisco,
Nosotros, los cristianos abajo firmantes, así como personas de otras religiones y personas de buena voluntad, le dirigimos esta carta pública con una petición muy especial. Nos gustaría que Usted convocase un evento global, como una Asamblea, para la defensa de la vida en la Tierra.
Hoy la vida está herida de muerte por el hambre (900 millones de personas en el mundo), por la sed (1200 millones de personas no tienen agua limpia para beber todos los días y 2400 millones carecen de saneamiento básico), por las guerras, por la destrucción del medio ambiente (suelos, agua, biodiversidad, aire) y, sobre todo, se cierne sobre la humanidad y sobre todas las formas de vida la amenaza asombrosa de los cambios climáticos. Como dice el Documento de Aparecida, estamos atravesando no solo una época de cambios, sino un cambio de época (DAp 44). Una sociedad consumista y depredadora como la actual no es futuro para el conjunto de la humanidad.
Cuando Dios creó el mundo entregó la Tierra a los hombres y mujeres para que nosotros "la cultivásemos y guardásemos" (Gen 2,15). Después del diluvio, cuando Noé salió del Arca con sus familiares y todos los animales que estaban en ella, Dios hizo con ellos una alianza primordial, diciendo: "por mi parte voy a establecer una alianza contigo y con tu descendencia, con todos los seres vivos que están con vosotros, aves, animales domésticos y salvajes, en fin, con todos los animales de la Tierra que salieron con vosotros del arca" (Gen 9, 9-10). El propio apóstol Pablo nos dice que "también la misma creación espera ser liberada de la esclavitud de la corrupción, en vista de la libertad que es la gloria de los hijos de Dios" (Rom 8, 21). Por tanto, Dios ama todo lo que ha creado y nos ha dado el mandamiento de cuidar de su creación.
Los pueblos tradicionales y originarios y, últimamente, los científicos han denunciado que todas las formas de vida corren peligro sobre la faz de la Tierra. Sin embargo, no existe una respuesta a la altura del desafío de este momento de la historia por parte del mundo político y económico. Como Usted mismo ha dicho, no podemos aceptar pasivamente la globalización de la indiferencia.
Usted tiene autoridad moral y espiritual ante toda la humanidad para convocarla a este urgente debate y aún más urgentes acciones. Le hacemos esta petición como una forma de contribuir a la efectividad de sus gestos, los cuales nos interpelan a una postura de cuidado y de protección de la vida amenazada. Gestos estos expresados en la ida a Lampedusa, en la Jornada Mundial de la Juventud en Brasil, en la visita a los inmigrantes en Italia, o en el ayuno contra las guerras. En caso de que usted convoque una Asamblea para defender la vida en su plenitud, no sólo para oír a los especialistas, sino también a los pueblos originarios impactados por la destrucción de su ambiente, a los afectados y refugiados por los cambios climáticos, a las víctimas del hambre y de la sed, ciertamente gran parte de la humanidad atenderá con prontitud este llamamiento.
Es lo que los abajo firmantes también esperamos. Con respeto y un abrazo fraterno, en el espíritu de san Francisco de Asís, en comunión con todas las formas de vida y toda la humanidad, confirmamos nuestra petición.

Nota: Pueden enviar su adhesión a magalhaes@caritas.gov.br

Leonardo Boff